Supérate

El discurso del envidioso es repetitivo,
monocorde
y compulsivo sobre aquello
que envidia y con lo que
compite.
Sabemos cuáles son sus carencias a partir
de lo que
envidia.


El objeto de la envidia no tiene
por qué ser una persona
concreta,
también puede ser un "ideal" que se nos
ofrece
como modelo a imitar y que se le
reviste de valía.


La vida de una persona envidiosa
no gira sobre su propia
realidad,
sino sobre lo que desearía, sobre lo que no

tiene, sobre lo que le falta.


La insatisfacción y el vacío es un continuo que
le impide
gozar de su vida real.
La tristeza y el pesimismo le privan de la
espontaneidad
y la alegría.

No sabe reírse con otras personas ni de sí mismo.
Sólo lo hace con mofa y desprecio hacia los otros.

"un sentimiento de aguda incomodidad,
determinada
por el descubrimiento de que otro
posee algo que sentimos
que nosotros deberíamos
tener".



La persona envidiosa no suele reconocer
su envidia.
Se resiste a hacerlo y no hay nada
que más le hiera
y descalifique que intentar
hacerle ver que la tiene.


Hay que tener en cuenta que detrás de la
envidia se halla:

-Un sentimiento de inferioridad e inseguridad.
-Una incapacidad de reconocer las limitaciones
personales,
asociándolas a signos de debilidad.
-Una negación total de que la infelicidad no se
debe a
lo que no se tiene, sino a la falta de aprecio
de lo que sí se posee.

-Una falta de compromiso y responsabilidad
con la propia vida.


Pendiente de la vida de otros, no se asume la propia.

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